Present Truth Magazine http://www.presenttruthmag.com El Patrón de la Historia de la Redención 11 El Marco Legal del Evangelio Hablar mucho de "marco legal" y "Evangelio" puede sonar como contradicción en terminología. Algunos han tratado de despojar, en el nombre de la gracia, al mensaje del Nuevo Testamento de todas las categorías de pensamiento legal. Debido a que igualan las cosas legales al legalismo, desvisten al Evangelio de su verdadero marco bíblico. Con todo, el legalismo es la perversión de la ley. El legalismo realmente no es legal, sino ilegal. El hombre que piensa satisfacer las demandas de la ley mediante su obediencia imperfecta no está haciendo lo que es legal, sino lo que es ilegal. La ley lo condena, no porque la guarde, sino porque no la guarda. El fracaso de discernir la diferencia entre lo que es verdaderamente legal legítimo, justo, recto-y el legalismo ha hecho mucho daño en la comunidad cristiana. Ha creado mucha falta de respeto hacia la ley en general. La revelación general hace auto-evidente que vivimos en un universo estructurado bajo el gobierno de leyes. Todos deben vivir dentro de los parámetros de la ley o perecer. La revelación especial nos confronta con un Dios que tuvo tanto respeto por el gobierno de la ley moral que derramó su propia sangre en la persona de Cristo, para que los pecadores pudieran ser perdonados justicieramente. En la Biblia se presenta constantemente la relación entre Dios y su pueblo en un contexto jurídico. Esa relación está fundada en un pacto, y un pacto es una concepción legal. Dios lleva a cabo los términos del pacto con fidelidad indesviable. Con toda seguridad, el Calvario es una prueba de ello. El Nuevo Testamento no descarta las categorías de pensamiento legal. Pablo explica el significado de la expiación, utilizando numerosas metáforas legales. Su pensamiento se mueve dentro del marco de la ley antiguotestamentaria. El Evangelio de Juan está presentado en el escenario de una corte legal hebrea. La terminología jurídica permea su mensaje. Aun la obra del Espíritu está dada en un contexto legal (a él se lo llama el Parakleto-uno que actúa como consejero en una corte para la defensa). A la vez que las metáforas legales no son las únicas usadas en el Nuevo Testamento, predominan abundantemente. En vez de unirnos a la estampida que huye de las categorías forenses del relato novotestamentario, debemos llegar a un acuerdo con ellas. Justamente como Lutero descubrió que Dios esconde su misericordia en la ira, su poder en la debilidad y su bondad en la severidad, nosotros también podemos encontrar que Dios esconde las maravillas de su gracia en obras que satisfacen las más estrictas demandas de la jurisprudencia divina. Nos gustaría sugerir varias formas, por las cuales la gracia de Dios obtiene prominencia mediante el marco legal del Evangelio. 1. La Biblia hace uso efectivo de la ley y del juicio para enfatizar el predicamento humano. Por doquiera el pecador se enfrenta a un Dios que lo llama a juicio y que lo tiene por responsable de sus acciones. Que Dios habrá de juzgar al mundo y que el pecador no puede escapar del juicio divino, son axiomas fundamentales. ". - - está establecido para los hombres que mueran una sola vez y después de esto el juicio" (Heb. 9:27). Las certezas de la muerte y del juicio final son tan abrumadoramente grandes que su sombra cae a todo lo ancho del paisaje de la vida. El hombre vive obsesionado con el pensamiento de la muerte. (¿De qué otra forma puede uno explicar el amor del hombre hacia el drama donde se presenta tan prominentemente a la muerte?). El temor a la muerte satura toda su vida e influye en todas sus acciones (Heb. 2:15). La conciencia humana es evidencia de la convicción indestructible del hombre, de que es responsable ante Dios y que será juzgado. Aunque el temor a la muerte y el miedo al juicio pueden omitirse o reprimirse mediante varios mecanismos sicológicos, arden ocultamente, deshumanizando toda la personalidad. Mientras el pecador trata de esconder su enfermedad, la Palabra de Dios la expone penosamente a la luz. Hasta entonces el temor al juicio puede haber quedado ente-rrado como una oscura convicción latente que el pecador no podía ni aun explicarse a sí mismo. Pero cuando la Palabra le habla, el juicio de Dios lo confronta como un gran estallido, despertándolo a un verdadero sentido de su culpabilidad ante la ley moral. Toda necesidad humana palidece ante la necesidad de ser justificado en el tribunal de Dios. Decir que la justificación es la mayor necesidad del hombre no es empequeñecer la necesidad de santificación o curación interna. Pero seguramente está claro que a menos que el pecador sea justificado, debe permanecer inválido en el mismo centro de su existencia por miedo al rechazo (delante de Dios y de su propia conciencia). 2. La justificación, según Pablo, es un juicio de perdón, el veredicto exonerante del Juez sobre un pecador condenado y sin esperanza. Su significado es completamente jurídico. La doctrina paulina de la justificación está definida en un esquema legal y jurídico (Rom. 2). Si se quita ese esquema, resulta imposible entender lo que Pablo quiere decir por justificación. El contexto determina el significado.' Podemos sospechar razonablemente que muchos de los esfuerzos por eliminar el contenido forense y el intento de reproducir la doctrina de la justificación a lo largo de líneas más convenientes, están motivados por una hostilidad profunda a la inescapable ley y juicio de Dios. Sólo aquel que predica juicio puede predicar justificación por la fe (Apoc. 14:6, 7). Muchos creen que los reformadores exageraron la importancia de la justificación por la fe. Pero sugerimos que los reformadores captaron el asunto más claramente que nosotros, dado el hecho de que en la justificación Pablo trata de las realidades fundamentales del universo. Martin Chemnitz, que aprendió el Evangelio a los pies de Melancton, dijo: Pero debe considerarse diligentemente por qué el Espiritu Santo quizo exponer la doctrina de la justificación mediante términos legales. Los hombres mundanos, seguros y de filosofía epicurea piensan que la justificación del pecador es algo fácil y superficial. Por esto no se preocupan por el pecado y no buscan sinceramente la reconciliación con Dios, ni tratan de retenerla diligentemente. Sin embargo, la naturaleza peculiar de la palabra "justificar" muestra cuánto peso y severidad conlleva la acción de justificar a un pecador ante el estrado del juicio divino. De igual forma, la mente humana, inflada con persuasión farisaica cuando incurre en sus propios pensamientos privados respecto de la justicia, puede concebir un alto grado de confianza y de fe en su justicia propia. Pero cuando se presenta la doctrina de la justificación bajo la figura de un examen, del tribunal de juicio divino, mediante un juicio en corte; tales persuasiones farisaicas, por así decirlo, se derrumban, desaparecen y quedan desechas. Así es como la naturaleza verdaderamente peculiar de la Palabra "justificar" preserva y defiende la pureza de la doctrina de la justificación de la levadura farisaica y de las opiniones epicúreas. Y no se puede entender toda la doctrina de la justificación más sencilla, correcta y propiamente, ni aplicarse a un uso serio en el ejercicio de la fe y la penitencia que mediante una consideración veraz del significado de la palabra "justificar", como lo demuestra el ejemplo de muchos de los padres 3. Algunas veces las Escrituras usan la justificación y el perdón más o menos en forma sinónima (Compáre Hechos 13:38, 39). Luego, ¿por qué no descartamos las categorías legales y decimos sencillamente que Dios perdona el pecado desde la bondad de su corazón? Todo el mundo sabe lo que es el perdón. ¿Por qué, entonces, recurrir a un concepto de justificación que, según se dice, no tiene sentido para el hombre moderno? ¿Acaso un frío lenguaje legal no quita el calor personal del perdón divino? Muchos están inclinados a pensar de esta forma. Sin embargo, veremos que el Espíritu Santo tenía buenas razones para utilizar el concepto forense de la justificación, al describir nuestra aceptación ante Dios. El perdón divino no es una mera amnistía. Dios no se propone perdonar al pecador, señalando meramente las demandas de la ley, sino satisfaciéndolas-a un costo infinito para sí mismo. La gracia es gratuita pero también costosa. "No se tolera ni se guiña al pecado, la ley no queda abolida, ni la justicia de Dios violada"? Esto es lo que significa la justificación. 4. Una salvación que no esté basada en la satisfacción de la justicia divina tampoco puede satisfacer la conciencia humana. La doctrina de la justificación por la fe nos enseña que cuando Dios salva, lo hace justamente. Provee, por lo tanto, una base estable para la seguridad del creyente. La justificación significa que Dios ha satisfecho la ley mediante su acto de gracia en Cristo. Esto no es legalismo. Es la única cosa que puede destruir el legalismo. Si Dios no ha satisfecho la ley, el hombre debe tratar de satisfacerla. Muchos intentan ganar la seguridad de salvación mediante demostraciones carismáticas, porque no han sido enseñados que la justificación mediante la obra de Cristo es la base de su relación pactal con Dios. 5. Justificación forense significa que nuestra salvación descansa sobre una base objetiva. Como dice Berkower: La justificación forense tiene que ver con lo que es extra nos [fuera de nosotros], con la imputación de lo que Cristo hizo a favor nuestro. De hecho, esta fue la disposición original de la Reforma. - - - Por esto, el sola fide y el sola gratia encuentran en la idea de la justificación forense su más pura encarnación.4 La justificación forense de la Fórmula de Concordia no es un desliz hacia la red del orden de salvación escolástico e intelectual; es el resultado final del deseo de mantener el sola [ide, y de guardarlo purO.5 ¿Es la Justificación Forense Algo Tan Frío Como el Hielo? Osiander, uno que se apartó de la doctrina de los reformadores, satirizó el mensaje de la justificación mediante una justicia imputada como algo "frío como el hielo". Hoy día también muchos caricaturan la doctrina de la Reforma como un esquema frío de salvación externa. La ironía es que aquellos que prescinden de las categorías de pensamiento legal, por necesidad de algo más personal y cálido, destruyen el verdadero manantial de gozo. En el momento que se permite al elemento subjetivo de la transformación del creyente introducirse en el proceso legal de la justificación, el hombre queda despojado de un terreno objetivo de aceptación, por confundir la aceptación espiritual con los logros espirituales. Luego, puede decirse del tal lo que se dijo de Pusey: "La ausencia de gozo en su vida religiosa fue tan sólo el efecto inevitable de su concepto del método divino de salvar ahombre; al apartarse de la verdad de la justificación según Lutero, se apartó del manantial de gozo".6 ¿Por qué ha de pensarse que el perdón legal es hostil al ;ozo personal y aún a la experiencia elevada? Imagínese un hombre en corte, esperando el veredicto del juez. Si s declarado inocente, queda libre de la perspectiva de risión y es puesto en libertad. Más que esto, queda declarado dueño legítimo de una grande herencia. Sus hijos, su mujer y amigos están con él y aguardan juntos elveredicto, apenas respirando. El juez habla: "Esta corte anuncia su veredicto totalmente a favor de este hombre". Los que piensan que las cosas legales son tan frías como el hielo, deberían contemplar esta escena de juicio. Hay allí sollozos, risa y lágrimas de exaltado gozo. Lo que es más, este hombre puede comenzar a vivir, actuar y dormir en la seguridad de ese veredicto judicial. La transacción legal no es hostil a una experiencia genuina. Es la base de ella. Juan Bunyan se encontraba bajo el peso del desaliento mientras trataba de entendérselas con los altibajos de su experiencia religiosa. Mientras ligó su posición ante Dios con sus buenas y malas experiencias no tuvo descanso ni de día ni de noche. Cuando meditó en la verdad de la justicia imputada, una voz pareció decirle: "Tu justicia está en el cielo". Esta era una bendita verdad libertadora, no una doctrina "fría como el hielo". Esta misma verdad puso a Bunyan tan excesivamente alegre que saltó de puro gozo por el poder libertador de ella. Vió que su justicia estaba segura en el cielo. Su buen marco mental no podía hacer que esta justicia fuera mejor, ni su mal marco mental podía dañarla. Era como el oro y piedras preciosas de un hombre; depositados seguramente en una caja fuerte en su casa. No más confundió Bunyan su aceptación espiritual con sus logros espirituales. La justificación forense le dió un fundamento de esperanza y se constituyó en su gran manatial de gozo.7 La Justicia Imputada Como Amor Divino en Acción Lejos de ser frío como el hielo, el concepto de la justicia imputada es tan cálido como el amor de Dios. Es amor divino en acción. A fin de ilustrar esto, C. Stephen Evans se refiere a la historia de Don Quijote: Un sencillo y gentil campesino, envej eciente y mal en su suerte financiera se imaginó ser Don Quijote (que por supuesto no es su nombre verdadero), caballero glorioso igual a los que se suponían haber cabalgado siglos antes en Europa. El pobre hombre ha leído tantos cuentos de la caballería andante, llenos de caballeros de la mesa redonda, de hermosas doncellas y de otras cosas semejantes, que finalmente abondona sus sentidos y se imagina a sí mismo ser uno de aquellos caracteres de los cuales ha leído. Tomando consigo un tonto granjero local como su "escudero", sale Don Quijote a cumplir su llamado de caballero andante, lo cual consiste, por supuesto, en enderezar el mal y las injusticias, ser enemigo de los malhechores y defensor de bellas doncellas, del honor y del código caballeresco en general. Después de una desafortunada justa con algunos molinos de viento, que el caballero toma como gigantes, Don Quijote espía un castillo, que en realidad es un mesón, donde piensa obtener el reposo nocturno. Entre otras cosas, Don Quijote considera en el mesón la palangana de un barbero como "el yelmo de oro de Membrino", el cual, como caballero glorioso, debe poseer. Una conducta tal convence rápidamente a todos de que Don Quijote está bien loco. Viviendo en el "castillo" hay una mujerzuela ordinaria de las tavernas, Aldonza, quien se refiere de sí misma como ramera. A los ojos de Don Quijote ella es Dulcinea, su dama, la más bella de las bellas y la más pura de las puras. Aldonza queda francamente confusa por el trato que recibe de Don Quijote. El caballero es respetuoso, bondadoso y aún parece adorarla. Ella parece perturbada y a la vez tocada por la nobleza del caballero. Mientras tanto, allá en el pórtico de la casa, las cosas no van bien. Los amigos y familiares de Don Quijote están preocupados por su condición. El Dr. Carrasco, yerno en perspectiva de Don Quijote, está preocupado de que los retozos de Don Quijote dén a la familia un mal nombre. Carrasco epitomiza a esa clase de persona "mundana", sagaz, que ha venido a la realidad. No siendo realmente malo, aunque posiblemente no por encima de algunos deslices morales, no guarda otra cosa sino disgusto hacia los imprácticos idealistas que tienen sus ojos en las estrellas, y siente la obligación de curar a Don Quijote de su engaño. Por terapia, escoge confrontar a Don Quijote bajo el disfraz de otro caballero, el "Caballero de los Espejos". Desafía a Don Quijote a un combate, al cual viene armado con espejos. El espejo no miente. Cuando el anciano se vea a sí mismo como realmente es, la verdad lo forzará a venir a la realidad. Así es como sucede. El Caballero de los Espejos (por supuesto, Carrasco) gana la justa, y Don Quijote vuelve a su casa como un anciano enfermo. Pero la realidad no lleva la última palabra. Aldonza quedó tocada por la "locura" de Don Quijote. Que alguno pudiera verla como pura y noble, como alguien que poseía valor, cambia todo su modo de verse a sí misma. Ella siente que realmente es Dulcinea, y debe volver a ver a Don Quijote. Aún al enfrentarse él a la muerte, se atreven a "soñar el sueño imposible". Don Quijote, el idealista invencible muere, viendo el mundo como desea verlo, aceptándolo sólo en sus propios términos.~ Esta historia ilustra la naturaleza de la justicia imputada y su poder transformador. El punto de impacto es éste: "Que alguno pudiera verla como pura y noble, como alguien que poseía valor, cambia todo su modo de verse a si misma". No usamos esta ilustración para sugerir que Dios es un Don Quijote celestial. Usamos la historia en la misma forma que Jesús usó la parábola del juez injusto. Si un juez injusto podía vengar la causa de una pobre viuda, porque continuamente gimoteaba delante de él procurando justicia, ¡cuánto más vengará Dios a sus escogidos que claman a él! Y si la imputación de pureza y bondad de un viejo loco podía tener un efecto transformador sobre una desafortunada mujer, ¿qué sucederá cuando Dios mismo es el que imputa justicia? Hagamos un contraste ahora de cómo el Señor y Don Quijote imputan justicia al sujeto desafortunado. Don Quijote imputó virtud a Aldonza porque estaba engañado respecto de su condición verdadera. De no haber estado engañado por su propia imaginación, hubiera sido moralmente indiferente. Esta es la razón por la cual la aceptación ante un ser humano produce sólo un efecto sicológico limitado. La persona puede pensar: "Me imputa virtud y me acepta, porque no conoce realmente cuán mala soy. Si conociera realmente la miseria de mi corazón, posiblemente no pensaría tan bien de mi"; o, "él me acepta porque es moralmente indiferente, tanto al bien como al mal. Así que no puedo respetarlo ni a él ni a su juicio de mi". Así es como la aceptación a través del engaño o de la indiferencia moral no pueden apaciguar la conciencia del pecador. El pecador debe hallar a Alguien (o ser hallado de Alguien) que no esté engañado respecto de su condición real-Alguien que verdaderamente conozca toda la historia. Y al mismo tiempo debe ser Alguien que no sea moralmente indiferente al mal. Esto nos trae a una pregunta crucial: ¿Cómo puede Aquel que conoce totalmente al pecador y que es tan ofendido por el mal, no ver en el pecador sino sólo perfecta justicia? Si Dios imputara justicia sin un fundamento adecuado, seria un Don Quijote celestial y peor-estaría engañado o sería moralmente indiferente. Pero él imputa justicia a todo el que cree sobre el fundamento de la obra de Cristo. Por la expiación, Dios muestra que no es moralmente indiferente hacia el pecado, aunque ama al pecador. Al requerir fe, muestra también su amor, no imputando justicia en contra de la voluntad misma del pecador. El amor de Dios respeta el orden moral del universo y los derechos invariables de la personalidad. El Evangelio es la proclamación de que Dios no quiere pensar mal de nadie y desea pensar lo mejor de todos. Es la naturaleza del amor no pensar mal; ni guardar cuenta de los males, y pensar bien de todos (1 Cor. 13:5). La justicia imputada es amor divino en acción. Aunque es un amor justo-un amor que es perfectamente legítimo -es a la vez la verdad que más hondamente toca el corazón en todo el universo. Es las buenas nuevas de que pobres y miserables pecadores pueden estar delante del Todopoderoso, reconocidos y perdonados totalmente. Nada da mayor inspiración al creyente para vivir una vida santa que el pensamiento de que Dios lo ve como santo. Empleará todo nervio y fibra de su ser para llegar a ser lo que es en el veredicto de Dios. En resumen, la restauración del Evangelio demanda la restauración de su marco legal. El Evangelio puede ser verdaderamente proclamado sólo en el contexto de la ley y del juicio. 1. Es la tendencia de la mente griega analítica (occidental) tratar de entender las cosas como son en si mismas. Pero los escritores de la Biblia se mueven de uno a otro plano. Nada tiene significado en si mismo-ya sea el hombre, la fe o cualquier otra criatura. Una cosa siempre está definida y puede entenderse por sus relaciones. 2. Martin Chemnitz, Exomination of Me Cauncil of Trent, parte 1, págs. 476-47 7. 3. G. C. Berkower, Faith and Justification, pág. 93. 4. Ibid., pág. 91. 5.Ibid pág 93 6. W.H. Griffith Tbomas, The Principies of Theologv: An Introduction to the irty-Nine Articles, pág. 193. 7. véase a Juan Bunyan en Grace Abounding to the ChiefofSinners. 8. C. Stephen Evans, Despuir: A Momment or a Way of Life? págs. 82-4.