Present Truth Magazine http://www.presenttruthmag.com El Patrón de la Historia de la Redención 13 El Evangelio Como Juicio El Evangelio no sólo juzga a los hombres, sino también las enseñanzas de los hombres. Abrazar el Evangelio significa que debemos permitirle que llame a un examen serio y radical todo cuanto hacemos y enseñamos. Es mucho mejor que el fuego santo del Evangelio pruebe si hemos puesto madera, heno u oro en el fundamento de Dios antes que todo sea consumido en el día del juicio final. Por lo tanto, revisaremos algunos aspectos de la enseñanza cristiana en la luz del Evangelio, según se nos presenta en su marco histórico, legal y escatológico. La Biblia Nuestra doctrina de la inspiración debe ponerse bajo el juicio del Evangelio. Como evangélicos, nos confiamos generalmente de que toda otra teoría de la inspiración y autoridad de la Biblia, salvo la nuestra, está condenada. Reaccionando contra el liberalismo, hemos contendido en favor de la "revelación proposicional". Pero esto ha colocado un yugo sobre nosotros con un concepto desafortunado de la inspiración y de la revelación. Lleva la impresión de que la verdad nos es intermediada en proposiciones abstractas más bien que mediante los actos concretos de Dios en la historia. La tendencia de la revelación proposicional es la de colocar la verdad bíblica en un marco abstracto, filosófico, racionalista y griego. Pero la historia sagrada-Cristo y éste crucificado y resucitado -es el marco y contenido de la revelación. La fe de los profetas y apóstoles es fe en Jesús, fe en la actividad redentora de Dios. En la buena intención de los evangélicos, la de hacer de la creencia en una Biblia libre de errores piedra de toque de la ortoxia evangélica, existe el grave peligro de poner la fe racionalista en una Biblia infalible, en el lugar que le corresponde a la fe en Jesucristo.' Tal fe racionalista es un mero asentimiento a la verdad de las Escrituras. Es la fe que poseían los fariseos (Juan 5:39), y que aún los demonios pueden poseer (Sant. 2:19). Esta es la clase de fe, de la cual hablaba la iglesia medieval cuando decía que la fe no era suficiente para salvación. En un aspecto, la iglesia medieval estaba en lo correcto. Una fe tal está desprovista de salvación. Jamás puede justificar al pecador ni hacer un cristiano. Por lo tanto, debemos protestar en el nombre del Evangelio contra la afirmación de que la creencia en una Biblia infalible es la vertiente del evangelicalismo y la piedra de toque del verdadero cristianismo. Nadie creerá realmente que la Biblia es una regla infalible de fe a menos que tenga sellado en su corazón el Evangelio de la salvación por el testimonio del Espíritu. El Evangelio es el mejor defensor de la verdad de las Escrituras. Dios Ubicado en el trasfondo del Antiguo Testamento, el Evangelio debe llamar también a cuestionamiento distintos aspectos de nuestra doctrina de Dios. Ha habido una tendencia a ser más "espiritual" que la Biblia. Se ha disipado la fuerza de muchos pasajes antiguotestamentarios que hablan de Dios en términos realistas y concretos, clasificándolos de figuras linguisticas antropomórficas. Toda la idea de decir que Dios es un espíritu, sin forma objetiva, necesita ser llamada a cuestión. Es aún peor cuando se combina este concepto de la pura "espiritualidad" de Dios con una perspectiva filosófica, abstracta y especulativa de decretos pretemporales que determinan todo cuanto ha de suceder. (¡Inclusive la puntuación del juego de baloncesto de mañana, y el precio actual de la lechuga en el mercado!) Cuestionamos la idea de que éste sea el Dios personal y viviente, al cual el Espíritu nos enseña a dirigirnos con el cariñoso y reverente titulo íntimo de "Abba, [Palabra aramea para papá, padrecito; el término de familiaridad amorosa con el cual un niñito se dirige a su padre], Padre" (Rom. 8:15; Gál. 4:6). No dudamos que haya santos que sostengan esta doctrina de Dios y aún lo amen verdaderamente. Pero sugerimos que lo aman a pesar de esta doctrina, no por causa de ella. Podemos alegrarnos de que el corazón de los santos sea frecuentemente mejor que sus cabezas. G. Ernest Wright dice algunas cosas interesantes respecto a la doctrina de Dios en el Antiguo Testamento: Es apenas sorpresivo hallar que los cristianos hayan procurado evitar, por una variedad de medios, este concepto y erradicar la tensión ocasionada por el dinámico y energético Señor, que aun destruye a fin de edificar, siendo la tendencia humana hacia la "normalidad" pagana, y su deseo por esta, lo que son. Muchos israelitas trataron de evitarlo, diciendo: "El no es, y no vendrá mal sobre nosotros, ni veremos cuchillo ni hambre" (Jer. 5:12). Los hombres siempre han tratado de escapar de este Dios a una idolatría deísta, de una u otra clase, diciendo que Dios no los ve y que no actúa directamente en los asuntos de la tierra. La filosofía griega y el misticismo oriental podrían ciertamente no considerar una deidad semejante, mientras que en los politeísmos antiguos, los grandes dioses eran los aristócratas del universo, en su mayoría inaccesibles para el hombre común y sin intereses algunos en él, a no ser el interés de los aristócratas por los esclavos domésticos que suplen sus necesidades. El idealista cristiano de hoy ha sido muy sutil en el rechazo de la percepción básica bíblica de la verdadera naturaleza de Dios. Poniendo a un lado el Antiguo Testamento, no queda tan directamente confrontado con él y puede proceder a interpretar el Nuevo Testamento a lo largo de lineas más convenientes. Entre otras cosas, exhibe una tendencia definida de interpretar a Dios en términos "espirituales", y las entidades "espirituales" se disciernen "espiritualmente". El término "espíritu", derivado del concepto aliento y viento, es de valor cuando se aplica a Dios únicamente para prevenimos de asumir que el lenguaje antropomórfico puede agotar el misterio y la gloria de su ser. La dificultad con el término, y con su adjetivo derivado "espiritual", es que la percepción humana de Dios se torna difusa inmediatamente y sin foco objetivo. Se reduce el conocimiento a una "experiencia". Y cuando se unen los dos en una "experiencia espiritual", obtenemos el concepto popular de la suma total de la religión, especialmente cuando se añade a esto la Regla de Oro. Esto representa la paganización del Evangelio en una forma agradable para el sofisticado y el que tiene cultura. Presenta también el Evangelio en una forma más aceptable para el idealista pagano y el erudito oriental que tiene tendencias místicas. Este evangelio no es un escándalo ni piedra de tropiezo. Su calidad de difusión tolerante elimina la tensión ocasionada por la auto-revelación del Dios bíblico. La realidad del ser divino se torna en una experiencia inmanente, interna, que en la práctica, si no en la teoría, pone a un lado toda la doctrina bíblica del celo divino, el concepto bíblico del ser definido, dinámico y energético cuya santidad trascendental y objetividad son demasiado grandes como para contenerlas en la "experiencia", tanto como el concepto bíblico de los actos externos objetivos e históricos de Dios. ¿No es posible suponer que Dios escoj a no revelarse a si mismo y su naturaleza primordialmente, y si del todo, en una experience "espiritual"? No hay duda de que existe una conciencia inmediata de la presencia de Dios en la adoración, en la oración, en la comunión y la confesión; pero el énfasis mayor de la fe bíblica recae ciertamente sobre esta revelación de si mismo en los actos históricos y en "palabras" definidas, no en la experiencia difusa. Existe una objetividad en la fe bíblica que no puede expresarse en el lenguaje de la experiencia interna. Por tal razón, la religión bíblica no puede clasificarse entre los grandes misticismos del mundo. Por lo tanto, escasamente es un accidente el hecho de que la Biblia no contenga una doctrina de la espiritualidad de Dios. Tiene mucho que decir del Espíritu de Dios, o el Espíritu Santo, pero no emplea las metáforas derivadas del aliento o del viento como descriptivas de su esencia o ser.2 Desde el principio hasta el final, usa las metáforas concretas y definidas que se derivan de la sociedad humana, siendo la encarnación de Jesucristo, la más espectacular de todas estas antropomórficas. En otras palabras, el desuso cristiano del Antiguo Testamento ha dejado a la iglesia como presa fácil de las tendencias obicuas hacia la "normalidad" pagana, en la cual el ser o la esencia de Dios se concibe en alguna forma como inmanente en los procesos de la vida; o como se hace en las formas intelectuales más desarrolladas del paganismo, como un ideal, un principio, un evento creativo, una urgencia vital, ya sea dentro o fuera del proceso evolutivo. En todo caso, la tensión creada por el señorío de Dios, el concepto radical del pecado y la realidad de los actos objetivos históricos de salvación divina quedan removidos de la posición de focos primarios de la atención cristiana. En tal situación se hace difícil mantener la distinción entre la iglesia y el mundo del idealismo pagano, y la cruz dej a de llevar el significado que una vez tuvo, como símbolo central de la fe de la iglesia.3 La auto-revelación divina llegó a su culminación en los actos históricos de Dios en Jesucristo. En lo que toca al Nuevo Testamento, nada puede exceder el conocimiento de Dios dado en la faz del Cristo histórico. Los apóstoles nunca señalaron a los misterios de la experiencia subjetiva cuando querían alentar a la iglesia con el conocimiento de amor de Dios. Señalaron al amor divino, revelado definitivamente en un acto histórico, hecho deuna-vez-y-para-siempre (Rom. 5:6-10; 1 Juan 4:8-10). Sin embargo, la iglesia se enfrentó rápidamente con los elementos guósticos que pretendían el acceso a un conocimiento de Dios más allá del conocimiento divino, revelado en la realidad en carne y sangre de Jesucristo. Este conocimiento de Dios, "avanzado" y "superior", se obtenía en alguna experiencia mística o visión extática. La herejía gnóstica se ha perpetuado en el movimiento carismático moderno. No niega los hechos del Evangelio histórico. Pero tiende a postular un conocimiento de Dios a través de una experiencia directa en el Espíritu Santo -un conocimiento de Dios, añadido al Cristo crucificado y resucitado. Algunos carismáticos parecen pensar que el Cristo crucificado y resucitado no agota el conocimiento de Dios. Cristo crucificado y resucitado puede ser un maravilloso lugar para comenzar. Pero se urge a los creyentes para que pasen a algo "más"-al bautismo del Espíritu Santo. Si los entusiastas del Espíritu creyeran realmente que Dios dió la última y determinante revelación de si mismo en el Jesús histórico (Col. 2:9; Heb. 1:1-3), ¿cómo podrían hablar de la obra del Espíritu Santo como si él le estuviera añadiendo algo a ese conocimiento, más bien que revelándonos el siguificado del evento mesiánico? El Espíritu es el "Espíritu de Cristo" (Rom. 8:9). La única forma en que él viene a nosotros es vestido en el Evangelio de Cristo. No tiene otro conocimiento de Dios que impartirnos que el conocimiento de Dios dado en el Cristo crucificado y resucitado. Debemos cerrar tenazmente nuestros oídos a cualquier "conocimiento" aparte o por encima de éste. En cuanto a aquelíos que llevan el "evangelio" de sus excitantes experiencias en el Espíritu, queremos recordarles lo que Lutero dijo a Munzer: que no lo escucharía, aunque se hubiera "tragado el 'Espíritu Santo' con plumas y todo".4 El Hombre Ubicado en el marco histórico y legal del Antiguo Testamento, el Evangelio llama a cuestionamiento gran parte de la antropología de la iglesia. La "grecianización" de la teología cristiana se ha hecho bien aparente en la doctrina del hombre. La noción de un alma inmortal innata es totalmente griega, extraña a la Biblia y contraria al Evangelio. El Evangelio trae a nosotros la vida y la inmortalidad de la misma forma en que nos trae la justicia-mediante la imputación a nuestro favor de lo que se encuentra únicamente en Jesucristo. La existencia de todo lo creado continúa sólo por la voluntad y poder de Dios. Si retuviera su mano un instante, nosotros dejaríamos de existir. Un alma desvestida de su cuerpo, es una idea tan griega como el intento racionalista de desvestir al Evangelio de los hechos concretos de la historia. Si el Nuevo Testamento no registra hechos históricos concretos y verdaderos, entonces no hay Evangelio. Porque no hay buenas noticias aparte de esta historia de sangre y carne. Lo que hemos llamado continuamente el marco del Evangelio es la forma o cuerpo visible que Dios ha dado a su Evangelio. Pero la mente "griega" demuestra desprecio hacia ese cuerpo tanto como desprecio por el cuerpo humano. Nosotros también decimos que cualquiera que se adhiere a la Biblia confesará que el alma no tiene existencia independientemente del cuerpo. Dios hizo la vida humana como un todo. En el Inglés, la palabra comleto sirve de raíz para las palabras salud, robusto, santo (Whole = health = hale = holy). Hablando bíblicamente, la santidad de vida es entereza de vida. Un alma desnuda sería incompleta y, por consiguiente, en extremo insana. Estaría ciertamente inepta para andar con Dios. El Evangelio no sólo glorifica a Dios, sino que humaniza al hombre. Necesitamos someter al juicio del Evangelio todas las perspectivas que deshumanizan al hombre. Cuando esto hagamos, ¡cuán completa será la "purificación del santuario" que el Evangelio restaurado hará en la doctrina de la iglesia tocante al hombre! La Salvación El cristianismo se levanta solo entre las demás religiones, porque proclama una salvación obrada y terminada en un acto histórico, "allá fuera". La salvación fue lo que Dios obtuvo para nosotros en un acto independiente de nuestra transformación moral. El aspecto histórico del Evangelio significa que no podemos salvarnos por nuestra experiencia religiosa, ni necesitamos mirar en esa dirección. El aspecto legal o jurídico del Evangelio significa que no podemos salvarnos por nuestra transformación moral; aunque si somos salvados, para una transformación moral. Al ubicar la salvación totalmente fuera de nosotros, aparte de toda experiencia religiosa y transformación moral, el Evangelio nos lleva fuera de nosotros mismos a buscar la salvación totalmente en lo que Otro ha hecho y sufrido. Esta es una verdad libertadora. Destruye el egoísmo y la auto-preocupación. Cuandoquiera que el marco histórico y legal del Evangelio queda ignorado o puesto a un lado, resulta imposible evitar hacer del corazón humano el lugar del evento salvador. Esto es lo que sucede inevitablemente en el liberalismo-en la "teología del encuentro", en la "demitologización" de Bultmann y en la teoría de la influencia moral de la expiación. Sin embargo, lo mismo ha ocurrido en el evangelicalismo conservador. Esta gran rama de la iglesia está ahogada en su preocupación por la vida interna del cristiano. Se dice que la salvación se logra naciendo el hombre de nuevo o "permitiéndole a Cristo entrar en el corazón". La conexión que supuestamente tienen estas experiencias internas con los eventos históricos de la encarnación histórica es oscura. La forma como frecuentemente se predica este "evangelio" de la experiencia podría dar fácilmente la impresión de que la salvación podía efectuarse bien independientemente de los grandes actos divinos de la historia de la salvación. En cualquier caso, se pone la historia de la salvación lejos en el trasfondo. El foco de atención no está en los actos de Dios en Cristo, sino sobre su acto en el corazón humano, aquí y ahora. Tal cosa es un grito a la distancia del Evangelio del Nuevo Testamento. Este evangelio de la experiencia está en profunda armonía con la soteriologia del romanismo clásico. Tiene poco en común con el Evangelio de la Reforma Protestante. Por consiguiente, el Evangelio restaurado del Nuevo Testamento debe llamar a un cuestionamiento serio y radical al mensaje evangélico popular de la salvación. Etica Los oponentes de los reformadores caricaturizaban a estos como quienes se oponían a las buenas obras. Pero ellos sólo se oponían a que las colocaran en el articulo de la justicia por la fe. Excluyeron las buenas obras de la justificación a fin de poder darles, habiéndolas puesto en su lugar correcto, su énfasis adecuado. Nosotros nos enfrentamos a la misma caricaturización, porque excluimos la experiencia cristiana de la gloriosa justicia de la fe. Nuestros críticos pueden decir "Oh, ellos se oponen a toda experiencia". Pero estamos en contra de confundir la experiencia cristiana con la justicia salvadora o la gracia salvadora, no sea que la gente mire a su experiencia subjetiva para su aceptación para con Dios más bien que a la experiencia sustitutiva de Cristo Jesús. ¡Poner nuestra experiencia en el lugar de su experiencia por nosotros es seguramente la doctrina del mismo anti cristo! Jesús dijo que debíamos buscar el reino de Dios y su justicia, y entonces todo lo demás seria añadido -incluyendo, por supuesto, una buena y adecuada experiencia. ¿Es que no podemos ver que la experiencia es un producto de algo mayor-a saber, del Evangelio de su justicia? Pero cuando buscamos el producto en vez de la causa del producto, la búsqueda es tan infructuosa como la búsqueda de la felicidad. La verdad es que el Evangelio trae consigo una experiencia gloriosa. Es la experiencia de olvidarnos de nosotros mismos. Mientras que no somos salvados ni en total ni en parte por nuestra experiencia cristiana, somos salvados si para una experiencia cristiana. La Biblia llama esto santificación o santidad. La santidad siguifica un interés supremo en la santidad de Dios. Es una concentración intensa en el punto de vista divino acerca de todo. Como dice G. Ernest Wright: Por un lado, él ligó consigo mismo a sus escogidos mediante sus actos de amor y de gracia, y, por el otro, mediante un pacto en el cual su voluntad está expresada. Mediante estos dos elementos de proclamación bíblica las buenas noticias de la salvación y los requerimientos de la obediencia, Dios desea ligar consigo un pueblo con lazos de amor, fe y confianza. El pecado no es más una abe rración, es la violación de una comunión, una traición al amor divino, una rebelión contra el señorío de Dios.5 Necesitamos precavernos de sustituir un aleteo religioso emocional, o una habladuria suelta de ser salvos mediante una "experiencia de nacer de nuevo", en lugar de un compromiso de por vida a hacer la voluntad de nuestro Padre que está en el cielo. La experiencia religiosa espumosa es barata. Nunca es mayor el orgullo que cuando se tiene una experiencia sorprendente que contar. Pero una vida no espectacular, de agradecida obediencia a los mandamientos de Dios (1 Cor. 7:19), vale más que todo el ruido del movimiento carismático. Necesitamos reflexionar sobriamente, dado que en el día final Jesús dirá: "Apartaos de mi" a todos excepto a los que han hecho la voluntad de su Padre (Mat. 7:20-23). Parece que en esta conexión, el mensaj e de Mateo recobrará su importancia, con su énfasis en una fe y discipulado no espectaculares. Hay evidencia de que Mateo escribió su versión del Evangelio para contrarrestar la tendencia primitiva de mirar demasiado a las señales, milagros y dotes carismáticos, como esencia de la existencia cristiana. Cosa clara en Mateo (y en el resto del Nuevo Testamento, en lo que a esto concierne) es que la ética del Nuevo Testamento no es diferente a la del Antiguo. Cierto, que los requisitos cúlticos del judaísmo fueron quitados. Pero la ética del Nuevo Testamento no es ni otra religión ni otra ética. El hecho de que en el Nuevo Testamento no haya argumento sobre el contenido de la ética, muestra que la iglesia apostólica se movía dentro del marco de la ética antiguotestamentana. Las normas de comportamiento correcto que encontramos en el Antiguo Testamento no son puestas a un lado en el Nuevo. Más bien, se dan por sentadas. De hecho, quedan radicalizadas por la gloriosa luz de Jesús y su Evangelio. Sin embargo, tampoco se espiritualizan los mandamientos de Dios hasta el punto de que pierdan su sentido concreto y objetivo. En el Nuevo Testamento existe un sentido en que la ley fue desechada. Y también hay un sentido en que la ley no está desechada. Esto es una paradoja. Pero no es menos verdad que el hecho de que el creyente es puro y al mismo tiempo se lo exhorta a purificarse a sí mismo. Sin embargo, ahora como nunca antes, la iglesia parece estar insegura de si misma en lo que concierne a la relación del creyente con la ley de Dios. Debido a que los liberales quitaron el carácter histórico del Evangelio y lo desnudaron de su vestido jurídico, tienen un sistema ético tan desnudo como su evangelio. Se lo llama "ética situacional", que invariablemente termina en el más triste legalismo. Debido a que el dispensacionalismo separó vastamente al Antiguo Testamento del Nuevo, también deja con frecuencia la impresión de que, estando libre de la ley de Dios, en todo sentido, el creyente vive bajo la dirección del Espíritu Santo y el amor de Jesús en el corazón. No se nos dice cómo distinguir entre el Espíritu y las voces inseguras de la naturaleza pecaminosa humana. Pero, si podemos salvarnos mediante una poderosa transformación interna, ¿por qué no podemos guiamos por este "Cristo en nosotros"? Necesitamos la doctrina de Lutero-la de la pecaminosidad del regenerado-para impedir que el lenguaje de la experiencia del renacimiento adquiera demasiado volumen y confianza. Si el acto de salvación divino en Cristo fue una transacción jurídica, si fue desiguado para salvarnos, honrando las demandas de la ley divina, entonces ¿no existe una profunda armonía entre la ley y la gracia? Si la cruz fue el hilas terion (asiento de la misericordia, lugar de la expiación) luego, ¿no nos muestra el Evangelio cómo se unen la justicia y la misericordia en la cruz? Si se predica el Evangelio en el marco de la jurisprudencia antiguotestamentaria, como lo predicaron los apóstoles, luego no queda lugar para el malentendimiento antinomiano que ha seguido como sombra oscura a Pablo y a Lutero. La cruz revela tan profunda y dramáticamente el amor de Dios que hace la fe posible. Revela la importancia de la ley y la seriedad del pecado como una rebelión contra el orden y estructura establecidos por Dios. La cruz prodama y preserva la santidad de la ley de Dios, a la vez que simultáneamente revela su amor incontenible y abrumador. Esto significa que es imposible para los que toman la fe protestante seriamente tomar con liviandad la pecaminosa rebelión de los seres humanos contra Dios. La cruz hace aparente que Dios no puede perdonar el pecado como un padre indulgente perdona una ofensa. El perdón que es meramente indulgencia arruinarla el orden y estructura del universo.... No es ni misericordia ni amor, sino absoluta irresponsabilidad ignorar las estructuras que mantienen la vida y hacen funcionar a la sociedad. Es sobre este trasfondo que deben entenderse las afirmaciones protestantes respecto a la cruz. A través de la cruz se preserva la santidad de la ley de Dios. Esta ley protege a todas las gentes y hace posible la vida social. Además, la cruz revela al mismo tiempo el amor ilimitado de Dios.6 Un Evangelio desmochado de su trasfondo antiguotestamentario sólo puede conducir a una fe desmochada de su contenido ético concreto. Semejante al alma griega desnuda, no tiene entereza, ni salud, ni santidad. La única prueba de discipulado genuino a Jesucristo es la obediencia al orden pactal de vida, la norma de justicia. De otra manera, ¿qué evitará que una persona-como cierto prelado afeminado, entrevistado en The Wittemburg Door-justifique su abominable estilo de vida, apelando a su "hermosa relación" con el Señor?7 El mensaje bíblico de un juicio final conforme a las obras significa que la objetiva ley de Dios se levanta por encima de toda experiencia humana. Mediante su norma infalible de justicia juzgará si esa experiencia es buena omala (Rom. 2:6-16; Sant. 2:10-12). El propósito de la justificación por gracia es poner al creyente pecador en armonía con la ley. Tal cosa está implícita en el siguificado de la justificación. Es imposible reconciliarse con Dios y a la vez permanecer irreconciliado con su ley, por cuanto su ley es la santa voluntad y carácter de Dios. Es la mente carnal la que rehúsa sujetarse a la ley de Dios (Rom. 8:7). Existe un "evangelio" popular que arroja desprecio contra esa santa ley que juzgará a los hombres. Pero no hay lugar para una gracia barata antinomiana, cuando se ubica el Evangelio en el marco histórico y legal del Antiguo Testamento. El acto salvador divino tributó el más profundo respeto a la ley. De otra forma, Cristo no necesitaba morir. El mensaje bíblico de un juicio final ante la ley de Dios y conforme a las obras es completamente consistente con tal Evangelio. De hecho, el juicio final está misteriosamente presente en la predicación del Evangelio. Los hombres revelan mediante su actitud hacia la ley de Dios su actitud hacia este Evangelio, pasando así juicio sobre si mismos. Las Cosas del Fin El Evangelio del Nuevo Testamento proclama que la historia del Antiguo Testamento se sumó y completó en Cristo. En él se realizó, llegado el cumplimiento escatológico del tiempo, la salvación prometida por Dios. Por esto, el Nuevo Testamento declara que el evento mesiánico es el fin del mundo (Heb. 1:1, 2; 9:26). En Cristo pasó el viejo orden. En él arribó ya la nueva era y la nueva creación. El Nuevo Testamento muestra que la escatología está concentrada en Jesucristo. Cristo es tan abrumadoramente el tema de la escatología que deberíamos hablar del fin en términos del Ultimo más bien que en términos de las últimas cosas. Cristo es el Fin (Apoc. 1:8; 2:8). Todas las cosas subsisten por su causa (Col. 1:16). Toda la historia apunta hacia él y halla su siguificado en él. Nada tiene significado a menos que esté relacionado con Jesucristo. La única predicación legítima del fin del mundo es la predicación de Jesucristo, Aquel quien es el Fin. ¿Prometió Dios a Israel descanso, riquezas y gloria? El Evangelio proclama que esto fue cumplido en Cristo. ¿Prometió Dios un remanente fiel? Cristo es ese Remanente (en otro sentido, incluye a todos los que por fe se encuentran en él). ¿Prometió Dios a Israel descanso en su propia tierra? Cristo es el Israel de Dios. La obra del Siervo Fiel de Yahvé está consumada; él entró en su reposo. No hay tierra santa excepto donde él está. El es la realidad de lo que tanto los judíos como la Palestina, eran sólo sombras. Dado que Cristo está en el cielo, no hay herencia sino la que está en el cielo (1 Ped. 1:3-5); no hay tierra prometida sino la que está en el cielo (Heb. 11:13-16); ninguna Jerusalén sino la que está en el cielo (Gál. 4:26); ningún Monte de Sión excepto el que está en el cielo (Heb. 12:22) y ningún templo excepto el templo de Dios "en el cielo" (Apoc. 11:19). El Evangelio de una escatología concentrada en Jesucristo debe levantarse en juicio contra la escatología popular que se concentra en una Palestina que ahora no es ninguna tierra prometida y en un Israel que no tiene más derecho a ser el Israel de Dios que cualquier otra nación. Todas las demarcaciones geográficas y nacionales que una vez sirvieron como sombra de Jesucristo, quedaron eliminadas. Ahora que la realidad aparece revelada en Jesucristo, no hay necesidad de jugar con sombras infantiles. El hecho de que tantos evangélicos queden atrapados en esta escatología palestiniana infantil es muestra de que, para ellos, Cristo y éste crucificado no ha llegado a ser el todo en todo. ¡Qué poderosa "restauración del santuario" demanda la restauración del evangelio apostólico! ¡Qué juicio debe comenzar en la casa de Dios! 1. Brian G. Armstrong muestra que también en la ortodoxia reformada se llevó a cabo una racionalización de la fe: "De nuevo, quizá uno de los cambios más disimulados en la teología reformada reciente, a diferencia de la de Calvino, es el cambio radical relacionado con la doctrina de la fe. Para Calvino. la fe fue la llave de todo conocimiento teológico; de hecho, el lugar bajo el cual se debía discutir y entender toda teología. El acercamiento de Calvino fue básicamente en términos de la experiencia del creyente, dirigida por la Palabra de Dios. Pero cuando se introdujo la metodología sintética, la fe perdió automáticamente su posición protectora en la formulación teológica y quedó relegada a la posición de uno de muchos tópicos, o puntos, siendo frecuentemente uno de los últimos. No sólo perdió la fe su posición como céntrica e introductoria a las formulaciones teológicas, sino que, siendo tratada sencillamente como uno de muchos puntos, perdió rápidamente su cualidad existencial presente en las formulaciones de Calvino. Grundíer detalló cuidadosamente la significante reorientación misma de esta doctrina de la fe en Zanchi. Ha demostrado que, para Zanchi, el objetivo de la fe es sencillamente asentir a la verdad de las Escrituras. 'En Términos inequívocos, la fe, o el acto de fe, se describe como un asentimiento a las proposiciones de todo el cuerpo de las Escrituras como la verdadera Palabra de Dios'. Esta posición de grandes alcances había de constituirse en la idea común en el calvinismo ortodoxo, pero es un grito en la lejanía de la definición de Calvino, que funda la fe, no sobre la verdad de las Escrituras, sino 'sobre la verdad de la promesa dada gratuitamente en Cristo, tanto revelada en nuestras mentes como sellada en nuestros corazones mediante el Espfritu Santo' "-Brian G. Armstrong, Calvinism and the Amyraut Heresy: Frotes tant Scholasticism and Humanism ¡o Seventeenth-Century France, págs. 138-39. 2. "Los lectores querrán hacer de la literatura de Juan una excepción, basando su conclusión sobre Juan 4:24 ('Dios es espíritu'). Sin embargo, esta declaración debe interpretarse en la luz de todo el vocabulario de Juan y en relación con otras oraciones de Juan: 'Dios es luz' y 'Dios es amor'. Cuando se hace esto, resulta dudoso de que (tal declaración> pueda usarse para sostener una doctrina de la espiritualidad de Dios. Estas frases están dedicadas primordialmente a la naturaleza de la actividad y revelación divinas, más bien que a la ontología de Dios en el sentido helenista".-G. Ernest Wright, God Who Acts: Biblical Theology as Recital, pág. 24, nota de pié de página. 3. IbId., págs. 22-4. 4. Martin Lutero, D. Martin Luthers Werkes, 17, 1, págs. 361-62. 5. Wright, God Who Acts, págs. 21-2. 6. George W. Forrell, The Protestant Faith, págs. 181-83. 7. The Wittenburg Door, no. 39, (Oct.-Nov., 1977).