El Zarandeo Del Adventismo

por Geoffrey J. Paxton



Conclusión: El Zarandeo del Adventismo


The Blood of Christ and the Law



El advent¡smo contemporáneo-especialmente en los años 70se encuentra en conflicto en lo que toca a la naturaleza del evangelio de Pablo y de los reformadores. Ya han sido presentados dos elementos que contrastan en la articulación adventista del evangelio (el protestante y el católico romano). Pero en el período moderno éstos han surgido como dos teologías distintas y totalmente desarrolladas. La articulación protestante se levanta sobre la base de los logros cristológicos y soteriológícos de las décadas 50 y 60. A fin de poder sobrevivir y crecer, el concepto católico romano debe barrer a un lado veinte años de desarrollo teológico, por cuanto contempla los énfasis cristológico y soteriológico de las décadas 50 y 60 como hostilesasu existencia teológica. Si esta última perspectiva triunfa dentro del adventismo del séptimo día, entonces no hay duda en la mente de este escritor de que el movimiento deberá redefinir su reclamo. Porque, ¿cómo podría uno adelantar la obra de los reformadores tomando un evangelio y remodelándolo de acuerdo con el evangelio del catolicismo romano?

Si el adventismo tiene una contribución distintiva que hacer, hay pocas dudas de que ésta radica en el área de la escatología. La mayoría de los eruditos de la Reforma estarían prestos a reconocer que la Reforma se quedó corta en lo que toca a una pers pectiva escatológica madura y consistente con su centro dogmático. Con todo, si la Iglesia Adventista ha de hablar seriamente en lo que concierne a adelantar la Reforma, debe elucidar su contribución escatológica en cierta forma que edifique sobre el fundamento establecido por los reformadores en vez de destruir a éste.

Mirando la historia del adventismo en forma general, sospechamos que los reclamos iniciales, de estar adelantando la Reforma, fueron hechos en una forma bastante generalizada. Es aún probable que la Reforma fuera entendida en términos de la perspectiva teológica de los pioneros adventistas. Sin embargo, desde aquellos tiempos, el movimiento ha crecido considerablemente y resulta difícil ver cómo es que exponentes más informados y sofisticados de la fe adventista puedan ser tan ingenuos en su reclamo de estar asentados en la corriente de la Reforma. El peso de dar una representación más fiel de los reformadores descansa sobre los adventistas del séptimo día modernos.

El punto determinante del problema en el adventismo moderno descansa sobre entender la relación de la justificación y la santificación. Fue su relación adecuada lo que se encontraba en el corazón de la Reforma. No hay duda de que aquí los adventistas que insisten en que la justicia por la fe significa justificación y santificación lo hacen motivados por el sincero deseo de honrar la ley de Dios y de evitar la tra'mpa del antinomianismo. Pero es igualmente cierto que aquellos que han includo la santificación en el artículo de la justificación por la fe lo han hecho contradiciendo el mejor juicio de Pablo y de los reformadores. Más aún, la inclusión ha resultado en una fusión.

La cúspide de este enfoque de la justicia por la fe se encuentra en la teología de H. E. Douglass y del liderato de la iglesia en la Review and Herald. Aquí se equipara el evangelio con el creyente. (Roma y gran parte del neo-protestantismo-por ejemplo Schleiermacher-han hecho la misma cosa.) Este es el resultado inevitable de mezclar la justificación con la santificación. En esta teología, el medio (el creyente) es el mensaje. La distancia cualitativa infinita entre el Salvador Dios-Hombre y aquellos a quienes él salva se califica de tal forma que aparece como sólo una diferencia cuantitativa. En lugar de ser el único Salvador, Jesús se constituye en el "Hombre modelo". La imitación de Cristo se traga a la fe en la proeza del Dios-Hombre, tanto como también a la conducta ética que ese logro motiva. Cualquiera que tenga la más leve comprensión del evangelio de la Reforma no dejará de ver que la teología de Douglass es más consistente con Roma que con los reformadores. Hablar de ésta en términos de estar "adelantando la obra de la Reforma" es cambiar el significado de palabras claras.

Repito, debemos precavernos de ser más sabios que Pablo y que los reformadores en este asunto de la justicia por la fe. Más de una vez este autor se ha cruzado con la mentalidad que dice: "Seguro, de esa forma es como se usa la justicia por la fe en Pablo, pero nosotros los adventistas hemos elegido usarla en esta forma (es decir, que incluya ambas cosas, la justificación y la santificación)". Este tipo de enfoque lleva consigo grandes peligros:

1. El mayor peligro es que el uso distintivo adventista de la expresión alterará drásticamente el uso paulino-reformado. Creemos que tal cosa ha sucedido.

2. Este tipo de enfoque alienta la sospecha entre los evangélicos de que los adventistas quieren pararse encima de la Biblia en vez de ampararse bajo la Biblia.

3. Aún a pesar de que el uso de una expresión bíblica no alterasefinalmentesu significado, tal uso podría todavía ser cuestionado, especialmente cuando la expresión es una que radica en el corazón del mensaje bíblico. Este autor recuerda demasiado muchos sermones en relación a textos bíblicos que aunque no se estaba diciendo algo incorrecto, no estaban diciendo lo que decía el texto. A la vez que pueden estar declarando una verdad teológica, el uso del texto confunde a la gente acerca de lo que la Biblia está diciendo. Así queda la gente incitada a apartarse del mensaje bíblico.

II


En esta sección quiero permitirme una mayor libertad que la que hasta ahora me he tomado en el curso de mi presentación. La razón es porque este proyecto tiene más que un interés académico para mí. Por una razón, no creo que se le haga justicia al adventista o a su movimiento si yo mirase su posición desde un mero punto de vista académico aislado. i Es obvio que, en mi examen del eje central del adventismo, el adventista quiera que yo me examine a mi mismo!

Desde mi propia perspectiva no puedo hacer otra cosa sino estar profundamente interesado en la misión de los adventistas. Soy un clérigo que se afirma en la tradición de la Reforma. ¡De aquí que esté más que ligeramente interesado en un movimiento que sin avergonzarse me informa que ha sido levantado por Dios para llevar adelante la obra de la Reforma en una forma que yo no puedo!

Habiendo quedado asegurado de la posición cristiana fundamental del adventismo del séptimo día, me determiné a ejecutar mi labor en el espíritu de uno que está en la disposición de ser enseñado, aun desde una fuente inesperada. Así es que me propuse ser franco y honesto, porque creo que eso es lo que un verdadero adventista esperaría de mi parte.

1. Para comenzar, el movimiento adventista, cuando consideramos todas las cosas, se ha desarrollado sorprendentemente bien. Desde un grupo pequeño, desconocido y aislado, de refugiados procedentes del movimiento milerista, ha crecido hasta un formidable establecimiento humanitario en el mundo. Sea cual sea el credo o candor de uno, uno no puede negar este hecho.

2. Más aún, el adventista es tal persona que se halla en total fervor acerca de la ejecución de lo que él cree ser su comisión especial de parte de Dios. Independientemente de cómo uno piense respecto de cuán bien el adventista ha llevado a cabo esta comisión, el hecho de que es un devoto altamente celoso no puede contradecirse. Tampoco es este fervor un mero ciego entusiasmo religioso en muchos de los casos. En los años de mi investigación del adventismo, he encontrado un celo por la doctrina de la justificación apenas igualado en cualquier otro lugar. Muchos de los adventistas de fila que he conocido están "vendidos" completamente al evangelio de la gratuita justificación en Cristo.

3. Otro aspecto de la conciencia adventista merece ser elogiado. El adventista es celoso por la ley de Dios. Celo por la ley de Dios y legalismo no son sinónimos, aunque algunos que son ce¡osos por la ley nos alienten a establecer este paralelo. Con todo, la mayoría de los adventistas con quienes me he encontrado son celosos por la ley de Dios como una expresión de la realidad de la justificación en la vida del creyente. Para ponerlo en otras palabras, el adventista está ansioso por sostener en una tensión bíblica adecuada la justificación por gracia y el juicio de acuerdo a las obras. Cree que tanto énfasis en lo primero ha significado una detracción de lo segundo. Este interés por sostener en una tensión apropiada la justificación por gracia y el juicio de acuerdo a las obras debe ser aplaudido por todos los que desean tomar la perspectiva bíblica con seriedad. La relación adecuada de la ley y el evangelio en nuestra vida diaria es importante, especialmente en una era de sentimentalismo flácido y de ética situacional.

Habiendo dicho todo esto-y no teniendo intención alguna de restarle algo a ello-deseo expresar algunos aspectos del adventismo que traen perplejidad; los cuales se relacionan con el interés central de este libro:

1. La comunidad adventista da una evidencia considerable de ser aislacionista. 1 Este fue el caso particular en las primeras décadas del movimiento, y todavía lo es, aunque en un grado menor. Los pioneros del adventismo del séptimo día tenían la tendencia de creer que la paloma del Espíritu Santo voló directamente desde los apóstoles hasta sus hombros-con sólo paradas ocasionales en el periodo intermedio. Alegremente echaron a un lado, virtualmente, toda la historia de los desarrollos doctrinales de la iglesia cristiana.

El precio pagado por la comunidad adventista a causa de esto es que ha tenido que repetir los errores del pasado. Resulta fascinante observar cómo el adventismo ha revivido las luchas doctrinales que tuvo la iglesia a través de las edades. El movimiento ha batallado durante un período de seco legalismo, los asuntos trinitarios y cristológicos, la cuestión de la naturaleza de la expiación, y ahora está enredado en un conflicto con la soteriolog ia. (Debería constituirse en una amonestación para el adventismo el hecho de que cuando la iglesia cristiana arribó al asunto soteriológico en el siglo dieciséis, se manifestó en sus filas una tremenda división.) De haber aceptado los primeros adventistas que el Espíritu Santo había estado obrando mucho antes de que la comunidad "remanente" subiera a escena, se podrían haber evitado mucha lucha innecesaria-y muchas sospechas innecesarias de parte de otros cristianos.

Este aislacionismo todavía hoy día es evidente. En mi investigación del movimiento me he cruzado con él más de una vez. Cuando, en un espíritu de honesta indagación, visité la Asociación General de los adventistas del séptimo día, en Washington, D. C., encontré cierta aversión entre los líderes a ser honestos en cuanto al conflicto de la iglesia sobre la naturaleza del evangelio. Me encontré con un verdadero esfuerzo por asegurarme que todo iba bien en la comunidad remanente-cuando yo sabía todo el tiempo que tal no era el caso. Esta publicación es una negativa a permitirle a mis hermanos adventistas el privilegio de tratar el asunto en un rincón. La razón de mi negativa es que estoy convencido de que la lucha por la que está pasando en el presente la Iglesia Adventista es una lucha que concierne a todos los cristianos evangélicos. ¡Y mi razón para creer esto es lo que los mismos adventistas me han enseñado!

Mí'relo de esta forma: El adventista ha hecho un esfuerzo angustioso por asegurarme que Dios lo ha levantado para corregir mi mal entendimiento del evangelio de la Reforma y así detener mi deslizamiento hacia el catolicismo romano. Y, sin embargo, el adventismo está envuelto, dentro de sus propias filas, en una lucha de vida o muerte en torno a la naturaleza verdadera del evangelio. ¿No debería yo estar interesado en ese conflicto? ¿Y no deberían de igual forma estarlo todos los "protestantes apóstatas"? Pero, ¿quién va a escuchar a una comunidad acerca delevangelio, si esa comunidad misma no está de acuerdo en cuanto a qué es el evangelio?

Sospecho que por esto fue que los líderes de la Asociación General intentaron restarle importancia a la lucha cuando visité a Washington, D. C. Sin duda, estaban temerosos de que el conocimiento de este conflicto hiciera su estupendo reclamo menos creíble en el mundo protestante. Con todo, según he procurado señalar, es nada más que justo que los evangélicos protestantes estén al tanto del zarandeo que está tomando lugar hoy día dentro del adventismo.

2. Otro rasgo que he observado dentro del adventismo es el triunfalismo.2 Permi'tanme añadir inmediatamente que si alguien pudiera ser tentado con triunfalismo esa seria la persona que cree sinceramente que es el comisionado especial de Dios en los últimos días. No obstante, el triunfalismo no es parte intrínseca del movimiento, y existen suficientes advertencias en las Escrituras <por ejemplo, Mr. 10:42-45) para mantener en guardia a los adventistas (y por así decirlo, a todos nosotros). También hay suficientes advertencias en los escritos de Elena G. de White para convencer al adventista de que la arrogante auto-exaltación y la tendencia de ser ley para uno mismo son contrarias al Espíritu de profecía (Ap. 19:10).

Una iglesia triunfalista y un liderazgo triunfalista no estarán prestos a arrepentirse y a reconocer errores abiertamente. Las admisiones categóricas de que se han cometido errores son poco comunes en el adventismo.

Tómese por ejemplo el periodo de 1950 a 1980. El libro Questions on Doctrine fue un verdadero rompimiento con la enseñanza pasada adventista en torno a la naturaleza pecaminosa en Cristo. Sin embargo, a mi conocimiento, no ha habido un reconocimiento abierto de esto ante los miembros de fila de la Iglesia Adventista ni ante el mundo evangélico protestante. ¿Por qué? ¿Por qué fue tapado diciendo que sólo unos pocos en el "extremo lunático" sostenían y enseñaban lo que en realidad había sido la posición adventista antes de aquel tiempo?

En el presente hay evidencia de retractación en lo que fue escrito en Questions on Doctrine. He o ido a líderes adventistas hablar del libro como de "herejía condenable". He visto cartas de Washington, D. C., haciendo claro que la dirección presente de la iglesia está muy opuesta al libro. De nuevo, no hay ninguna declaración abierta al efecto. Aparte de los evangélicos protestantes que fueron conducidos a creer que Questions on Doctrine representaba la mente oficial de la iglesia, muchos adventistas de fila se encuentran en confusión acerca del estado presente del libro entre los líderes de la iglesia. ¿Por qué todo este silencio? ¿Ser(a que el liderato adventista no quiere que el mundo evangélico protestante sepa que ha cometido algunos grandes errores?

Tómese también el asunto del conflicto del liderato con Roberto Brinsmead durante los años 60. El liderazgo se opuso a Brinsmead y usó al Dr. Heppenstall y a Ford en el proceso. Luego, en la década de los 70 Brinsmead se convirtió a la posición de Heppenstall y de Ford. Uno esperaría que la dirección se sobrerregocijara. Sin embargo, el casi inexplicable hecho es que los líderes de la iglesia-por vía de la Review and Herald en particular-han abrazado la antigua posición de Brinsmead, y, al menos en el caso del Dr. Ford, han puesto bajo presión a sus poderosos instrumentos de antaño. El punto que quiero establecer es este: Ni una sola palabra de reconocimiento público respecto de esta media vuelta ha salido del liderato de la iglesia. Sólo existe un silencio pasmoso acerca del hecho de que aquello que en los años 60 merecía oposición ahora se adopta. ¿Por qué la falta de sinceridad? ¿Es capaz este liderato de arrepentirse verdaderamente?

Al revisar el empuje central del adventismo, he quedado intrigado observando los marcados paralelos entre el comportamiento de la dirección en el tiempo del reavivamiento de 1888 y el papel que desempeña el liderato hoy día en el conflicto en curso. ¿Será el presente zarandeo un 1888 redivivus? Permitaseme citar algunos ejemplos de lo que estoy diciendo:

Al discutir en Washington, D. C. estos asuntos con algunos de los líderes de la iglesia, me encontré con la aseveración de que "no hay un adventista en la tierra que no sepa lo que es la justificación por la fe sola". ¿No dijo Unas Smith exactamente la misma cosa en aquel entonces siendo editor de la Review and Herald en respuesta al reaviva miento que Waggoner y Jones estaban trayendo? ~

De igual manera, el gran temor de Unas Smith fue que el nueyo énfasis de Waggoner y iones era similar a la doctrina de los "babilonios" protestantes. ¿No ha surgido la misma reacción en el presente zarandeo? ¿No se han expresado temores de que este nuevo énfasis de la justificación dentro del adventismo sea una adopción de la religión "babilónica" protestante?

Más aún, tanto en la crisis de 1888 como en la lucha presente, he observado un llamado al adventismo "histórico" de parte de los que se oponen al reavivamiento de la justificación por la fe.

Cómo puede la Iglesia Adventista del Séptimo Día hacer un llamado a los evangélicos protestantes para que se arrepientan cuando ella da poca evidencia-particularmente entre sus líderesde conocer realmente lo que significa el verdadero arrepentimiento? Quizá debería hacer claro, a la luz de algunas referencias al arrepentimiento en números recientes de la Review and Herald, que me estoy refiriendo al arrepentimiento en materias teológicas centrales y no a un arrepentimiento tipo cortina de humo en asuntos secundarios. Por supuesto, lo que digo a mis hermanos de la comunidad adventista lo digo a mi propia denominación y a los cristianos en todas partes. Oremos por que no seamos como Esaú, que buscó el arrepentimiento y no lo encontró.

2. Existe el temor adventista hacia el antinomianismo. Ninguno que desee tomar la Biblia en serio debería objetar este temor. Lo mencionamos aquí, no para criticarlo como tal, sino más bien para llamar la atención al oficio malsano que frecuentemente desempeña en el adventismo.

A menudo el temor al antinomianismo conduce al adventista hasta el error opuesto del legalismo. Ambos, el legalismo y el antinomianismo deben evitarse. Ambos errores procuran robarle la gloria a Dios. Pero el adventista debe precaverse de pensar que el legalismo es el menor de los dos males.

La tentativa de colocar la santificación dentro del artículo de la justicia por la fe en el adventismo es un esfuerzo por evitar el antinomianismo. Existe el temor de que si se enfatiza a la justificación se le dará menos énfasis a la santificación. Pero este temor no es bíblico. No sólo no es bíblico, sino que si se excluye a la santificación del arti'culo de la justicia por la fe se le da fin al antinomianismo. La ley queda honrada sólo cuando existe un reconocimiento incondicional de que todas sus demandas, en sus más severas dimensiones, han sido cumplidas en el obrar y morir de Jesús, el Dios-Hombre. ¡Estas son las buenas nuevas! Sin embargo, cuando se sugiere que el acto del creyente de guardar la ley constituye una parte de las buenas nuevas ( io el todo de ellas!), como se hace en la teología de Douglass, entonces se deshonra la ley. Por cuanto todos los esfuerzos del creyente en esta vida nunca pueden alcanzar la norma de Dios mismo en el Dios-Hombre, Jesús de Nazaret. La comunidad adventista debe sobreponerse al tipo de reacción contra el antinomianismo que termina en el legalismo, si es que ha de mostrarle al mundo protestante la relación adecuada entre la ley y el evangelio.

4. Finalmente, deseo comentar respecto al uso de los escritos de Elena G. de White en el zarandeo presente dentro del adventismo. Cuando interpreto a la Sra. White en su mejor luz, la escucho haciendo un llamado a la comunidad adventista a regresar a la Biblia como norma final en todos los asuntos controversiales. "La Biblia ha de ser presentada como la Palabra del Dios infinito, como el fin de toda controversia y el fundamento de toda fe."4 Sin embargo, en el zarandeo presente dentro del adventismo, he observado un correteo frenético hacia los voluminosos escritos de Elena White para hallar declaraciones que ayuden a anotar un punto en contra de los oponentes. (Esto es, por no decir nada de las temibles "compilaciones" que tuercen esta y aquella declaración fuera de contexto y luego las colocan una al lado de la otra para formar una palabra final autorizada en la lucha.) Este tipo de conducta no honra ni a la Biblia ni a la Sra. White. Es una mala señal que un pueblo tome a otro ser humano -no importa cuán dotada y usada de Dios haya sido-y la coloque sobre la Biblia y sobre sí misma.

Y eso no es todo. Yo mencioné que la Sra. White escribió yoluminosamente. Sus escritos se produjeron durante un período de tiempo considerable. Tomaron lugar en el contexto de situaciones especificas y se acomodaron en una relación definida el uno con el otro. Para usar esos escritos correctamente (como para no mal representarlos) se requiere mucha más habilidad que la que generalmente se está exhibiendo. Conozco como un hecho la preocupación de algunos eruditos dentro del adventismo respecto del uso superficial e infantil de los escritos de Elena G. de White. Se la hace fácil de acomodar a los caprichos de uno. Se la maneja de esta forma, luego de la otra, y otra vez de aquella. Si los adventistas desean llevar la Sra. White a un lugar donde no tenga autoridad alguna dentro de su movimiento, permitanse seguir usando sus escritos como una fuente para anotar puntos en sus riñas intra-eclesiásticas. ¡El fin último de ser obligada a tomar todas las posiciones es no tomar posición alguna!

Temo profundamente que el uso que se hace de la Sra. White en el adventismo del séptimo día sea testimonio de una actitud no protestante hacia la Biblia. Temo que muchos adventistas tengan la creencia católico romana (¿podría aún decirse esto? de que la Biblia es demasiado difícil de entender para un creyente militante. Y en lugar de ir a la Biblia, se vuelven a la Sra. White para que les diga lo que Dios dice. Los líderes, teólogos y pastores deben aceptar la culpa por el estado de estos asuntos. ¿Quién otro le ha enseñado al laicado a conducirse de esta manera? Permítanme decir claramente que, en tanto exista esta situación, el adventismo no tiene esperanza alguna de influir en los protestantes evangélicos que reclaman a los reformadores-junto con su sola Scriptura (la Biblia sola)-como sus antepasados.

Concluyo con el encargo de una responsabilidad para los líderes, teólogos y pastores de la iglesia:
La Biblia y sólo la Biblia, ha de ser nuestro credo, el único vínculo de unión. Todos los que se inclinen ante esta Santa Palabra, estarán en armonta. Nuestros propios puntos de vista y nuestras ideas no deben dominar nuestros esfuerzos. El hombre es falible, pero la Palabra de Dios es infalible. En vez de discutir uno con otro, exalten los hombres al Señor. Hagamos frente a toda oposición como lo hizo nuestro Maestro, diciendo: "Escrito está." Levantemos el estandarte en el cual diga: La Biblia, nuestra norma de fe y disciplina.5

1. Aislacionista no quiere decir ser una denominación distinta, sino comportarse como si ninguna otra denominación existiese.
2. Considérese lo siguiente como un ejemplo de triunfalismo: En el servicio de culto de la Asociación General de enero 9 de 1976, el presidente mundial, Roberto H. Pierson, dijo: "Cuando usted y yo nos unimos a la familia de la Asociación General, nos sucedió algo especial. Cuando comenzamos a trabajar en la oficina de la Asociación General, vinimos a ser parte de lo que la inspiración describe como la más alta autoridad que Dios tiene sobre la tierra. . . Todos nosotros somos algo especial a la vista de Dios. Nuestra relación hacia nuestra iglesia, al campo mundial, del uno hacia el otro y hacia la obra confiada a nosotros es única. Somos parte de 'la más alta autoridad que Dios tiene sobre la tierra' . . . Estos tres edificios no son edificios comunes. . . Estos edificios constituyen un lugar consagrado donde Dios, a través de sus siervos señalados-usted y yo-dirige su obra mundial. . . A medida que aquellos de nosotros aquí en la plana mayor de la Asociación General continuemos nuestro servicio singular para él, recordemos que somos parte de un grupo de 1 ideres cada día, cada hora, cada momento, que constituye la más alta autoridad de Dios sobre la tierra. . ." (Roberto H. Pierson, The Ministry de junio de 1976). iPapa Juan Pablo, toma notal (Un observador que piense no podría sino ver que esta eclesiologia al estilo de Roma se desprende de una soteriologia del mismo carácter.)
3. unas Smith en "Our Righteousness" (Nuestra justicia), Review and Herald del 11 de junio, 1889; idem, "Our Righteousness Again" <Otra vez nuestra justicia), ibid., julio 2, 1889.
4. Palabras de vida del Gran Maestro, Elena G. de White, págs. 2 1-22.
5. Mensajes selectos, 1:487 por Elena G. de White.