Cómo vivir una vida victoriosa

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Ejemplos prácticos de cómo la justificación es la principal fuerza de la santificación


Cuando Cristo se dirigió hacia la mujer hallada en adulterio con las palabras, "... vete y no peques más," le estaba ordenando que viviera una nueva vida de santidad y pureza. Pero esta nueva vida de santificación sólo era posible en tanto que ella, primero, se asiera de la esperanza de la justificación que Cristo le estaba otorgando en su promesa, "ni yo te condeno." (Juan 8:11). El decreto liberador de "no condenación" (Rom. 8:1) libera el alma para caminar conforme a los mandamientos de Dios.

En su carta a los Colosenses, Pablo los exhorta "haced morir, pues, lo terrenal en vosotros..." (Col. 3:5). Cuando vemos la palabra "pues," el sentido común debe drigirnos a ver por qué se encuentra allí. El apóstol acaba de terminar de decir a los Colosenses, "porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios." (v. 3).

Esto ilustra la relación bíblica inseparable entre el indicativo (tú eres) y el imperativo (tú debes). Primero se les recuerda a los creyentes que están muertos. (A través de la fe ellos han sido unidos a Cristo. Dios considera que cuando Cristo murió, ellos también murieron.) Luego se les dice, "Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros." Como si dijera, "Dios los considera como hombres muertos, porque eso es lo que realmente son en Cristo. Por lo tanto, esto les da el derecho y la responsabilidad de actuar como hombres muertos al pecado." No se les ordena hacer morir sus deseos pecaminosos para así morir, sino porque ya están muertos. El ser no es el resultado del hacer, sino el hacer es el resultado del ser.

"No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos." (Col. 3:9). Todas las religiones humanas revierten ese orden. Lo mejor que nos pueden decir es que paremos de mentir y así echar lejos al hombre viejo y sus hechos. Pero el camino del evangelio es absolutamente contrario a las urdimbres humanas. Dice, "Tú estás muerto; actúa ahora como un hombre muerto. Tú eres puro; huye ahora de la impureza. Tú eres perfecto; busca ahora ser perfecto. ¡Tú eres, por lo tanto haz tal o cual cosa!" "El método del Nuevo Testamento y el camino de la santificación, por lo tanto, es hacer que nos demos cuenta de nuestra posición, y actuar consecuentemente." -Ibid., p. 262.

He aquí otro ejemplo de cómo el mandato bíblico de vivir en santidad está apoyado por el hecho de la justificación: "Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. (2 Cor. 7:1).

Esto ilustra cómo debemos asir la promesa de justificación antes de poder obedecer el mandamiento de santificación. No podemos "limpiarnos de toda contaminación" a menos de que creamos que ya hemos sido lavados en la sangre del Cordero (1 Juan 1:9). No podemos comprometernos en el proceso de santidad perfeccionadora a menos que nos demos cuenta de que "con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados." (Heb. 10:14).

Consideremos el mandato apostólico: "...que a nadie difamen..." (Tito 3:2). ¿Hay algún mandamiento en la palabra de Dios que no transgredamos tan fácilmente? ¿Quién puede pasar como aprobado ante este filo tan agudo de la ley? Pues no se nos está ordenando que nos refrenemos de hablar mál acerca de hombres buenos, sino que se nos prohibe hablar mal de cualquier hombre. Y cualquier pastor cuyos miembros de iglesia siguieran tan sólo esta simple ordenanza ¡qué congregación tan bendecida, inocente y santa tendría! Pero si el pastor únicamente exhorta a su congregación a vivir esta clase de vida, sería sólo un ejercicio de moral. La obediencia a este imperativo solamente es posible en tanto que se le recuerde a la congregación que se mantenga asiéndose del mensaje de la justificación por la fe. Cuando Pablo dice, "... que a nadie difamen," añade:

"Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna." (Tito 3:3-7).

El publicano que en la parábola de Cristo bajó a su casa justificado había orado, "Dios, sé propicio a mí, pecador!" (Luc. 18:13). Este hombre fue bendecido porque era realmente pobre en espíritu (Mat. 5:3). El se vio a sí mismo no sólo como un pecador, sino como el pecador. Sintió que nadie podía ser tan pecador como él. Se presentó ante Dios como si él fuera todo el pecado del mundo. Este es el hombre que Dios cuenta como justo. Cuando una congregación se apropia de esta clase de justificación ante Dios, ¿cómo puede difamar a hombre alguno?

Cuando Pablo apela a la humildad (como en Filipenses 2), a un espíritu perdonador (como en Efesios 4) o a un servicio dedicado (como en Romanos 12), siempre lo hace basado en el evangelio. La existencia cristiana es la existencia del evangelio. La santificación es la justificación en acción.

Tal vez la ilustración más impresionante de cómo la redención sostiene todas las acciones éticas se encuentra en el Antiguo Testamento-en el preámbulo de Dios al pronunciar los Diez Mandamientos: "Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.

[Por lo tanto] no tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen... No tomarás el nombre... etc. (Exo. 20:2-17). Los hechos redentores de Dios de entonces (que son una ilustración de sus hechos de liberación en Cristo y justificación por fe) hicieron de la nueva vida de obediencia un derecho tanto como una responsabilidad para el pueblo redimido. Cualquier apelación a vivir la buena vida que no esté basada en la verdad de la justificación por fe sólo dirigirá hacia el moralismo y legalismo. Pero la justificación coloca al creyente en terreno ventajoso-legal, psicológico, eficiente y posicional, pues hace el yugo de la santificación fácil y la carga de la santidad ligera. "La eterna verdad es que la ley nunca se yergue por sí misma, pero puede ser encontrada, como lo era bajo la antigua dispensación, sólo en el arca del Pacto." -G.C. Berkouwer.

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Intro - Legal - Psicológica - Eficiente - Posicional - Ejemplo - Necesidad - Principios - Conclusión